Para Castoriadis, la historia no es un conjunto de hechos, sino una interpretación que se inscribe en un proyecto: el proyecto de elucidación de nuestro propio tiempo, que tiene sentido y le da sentido a un "pasado" que, lejos de "haber sido", es reinterpretado desde nuestra propia práctica.
Conocer nuestra historia implica "transformarnos a nosotros mismos", en la medida en que comprendemos e interpretamos el pasado para anticipar nuestro futuro. Por lo tanto el tiempo, en lugar de ser figurado como una línea recta, puede ser entendido como un nudo donde las significaciones imaginarias sociales ubican el presente, el pasado y el futuro como lo que es, en cada caso, tiempo.
Castoriadis considera que "interpretar" y "elucidar" el pasado forma parte del proyecto "político" de autorreflexión: elegir nuestra historia implica darle sentido a los acontecimientos, hacerlos hablar y hacerlos callar, en función del nuestro proyecto, el proyecto que hemos diseñado "para nosotros".
De este modo, la Grecia clásica representa un "germen", el germen del proyecto de autonomía individual y social, en la medida en que nada está definido (determinado) de antemano. Y es por eso que "hay historia", porque todo acontecimiento es un devenir algo nuevo, impredecible, inesperado. La historia es justamente la constitución de un "mundo" (de prácticas, de saberes, de significaciones, e.d. de instituciones) que no encuentra su antecedente o su precedente "en ninguna parte".
Esto no significa que la historia emerge o se constituye "in vacuo" o "ex nihilo". Ella se desarrolla en un mundo que la soporta: la historia niega su presente al mismo tiempo que encuentra sus "propias condiciones de posibilidad" como algo que la supera y que ella misma no puede producir. Eso quiere decir que el orden que instituye siempre tiene una relación con un orden pre-instituido. Pero ese orden no determina la serie que sigue a esos acontecimientos. El acontecimiento no constituye una "novedad absoluta" porque se apoya en lo que ya estaba allí, pero lo novedoso implica que nada se deriva de lo que allí estaba. El mundo griego clásico: la democracia, la filosofía, la matemática, la tragedia, surgieron "allí", pero no se derivaron de lo que "allí estaba".